El mejor argumento para hacer menos y descansar más este invierno.
por Jennifer Pharr Davis
El invierno ya está aquí y mis amigos aficionados a las actividades al aire libre están tan entusiasmados con las próximas aventuras como mis hijos con las Navidades. Algunos de nuestros amigos de las actividades al aire libre están hablando de las pistas locales de Carolina del Norte, otros están planeando grandes viajes al oeste, muchos de mis amigos excursionistas y montañeros están eligiendo ascensiones invernales y acampadas en climas fríos, y unos cuantos de nuestro círculo se preguntan si Covid afectará a sus planes de dirigirse al centro y sur de América para practicar remo, snorkel, SUP y todo lo relacionado con aguas cálidas de color cerúleo. Inevitablemente, llega el momento en que este grupo de almas amantes de las actividades al aire libre y en busca de aventuras se dirigen a mí y me preguntan: "¿Qué vas a hacer este invierno?".
"nada".
Nada. Nada. Cero. No tengo planes para el invierno, aparte de los habituales de mantenerme al día con el trabajo y los niños - y navegar por los compromisos de vacaciones prerrequisito. Además, engordaré unos kilos, dormiré un poco más, haré menos ejercicio y me quejaré un poco cuando salga al frío. No soy un animal migratorio que se dirige al sur en invierno, no soy un feroz depredador invernal que atraviesa la nieve, soy un oso. Hiberno.
Hay varias maneras de pasar los meses de invierno, y la hibernación suele pasarse por alto como una forma saludable de llegar a marzo. Es una estrategia modelada por algunos de los residentes más venerados de nuestro entorno natural y, si pensamos en la historia de la humanidad, antes de la era de la electricidad y la calefacción interior, es también la forma en que la mayoría de los seres humanos sobrevivían al invierno. Así es como hemos evolucionado.
Tengo tendencia a trabajar mucho y jugar mucho, y cuando se trata de encontrar el equilibrio en mi vida, no lo consigo con una rutina diaria, sino con ajustes estacionales. Cada primavera, cuando los días son más largos y cálidos, siento que mi energía empieza a aumentar. De repente, soy capaz de rendir más en el trabajo y todavía me siento con ganas y motivada para hacer ejercicio, ver a los amigos o tener una aventura familiar a ambos lados de mi horario laboral. El verano es la estación en la que no puedo parar. Un verano recorrí las 2.190 millas del Sendero de los Apalaches en 46 días -una media de 47 millas al día-; los días largos y el sol me hacen sentir ilimitada. Cuando llega el otoño, empiezo a tener antojo de carbohidratos y tiendo a dar por terminada la jornada poco después de cenar.
A diferencia de los reptiles, anfibios y mamíferos, que ralentizan su metabolismo y entran en un letargo parecido al coma durante el invierno, los humanos no podemos desconectar del todo, pero podemos hacer menos y descansar más. Y no tenemos por qué sentirnos culpables o perezosos cuando lo hacemos.
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