En algunos barrios de Kenia, país propenso a la sequía, escasea el agua potable. Los filtros son una solución.
El río Athi, a las afueras de Nairobi, la capital de Kenia, está asfixiado por plásticos y otros residuos. No hay agua corriente ni alcantarillado en la zona, y la sequía ha hecho que el suministro de agua limpia sea más escaso y caro. Dos veces por semana, camiones con 5.000 a 10.000 litros de agua llenan las estaciones expendedoras del río Athi, donde los residentes pueden comprar 20 litros por 20 chelines kenianos (0,16 dólares).
Un hogar de cuatro personas necesita unos cinco galones al día, y los ingresos semanales rondan los 13 dólares, según datos del Ministerio de Hacienda de Kenia.
Muchos recurren a alternativas poco seguras si no pueden abastecerse de agua transportada en camiones. Los residentes llevan bidones amarillos a un pantano para extraer agua para cocinar y limpiar, lo que les deja expuestos a gérmenes y contaminantes que no pueden hervirse para eliminar el agua. Para aquellos cuyos hogares están equipados con filtros de agua, distribuidos por una organización local sin ánimo de lucro, el río cercano -aunque contaminado, propenso a la sequía y normalmente inseguro para beber- se está convirtiendo en una fuente de agua limpia más barata y a veces más fiable.
Y aunque los defensores del agua afirman que hay que abordar urgentemente problemas subyacentes como la sequía provocada por el cambio climático y la mala gestión del agua, soluciones como los filtros marcan una diferencia a corto plazo porque las entregas no suelen ser suficientes para las necesidades de los barrios.
La organización sin ánimo de lucro Bucket Ministry ha suministrado filtros de agua fáciles de usar a las comunidades de Nairobi y otras partes de Kenia.
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