¿Bidé... o no bidé?
Atornilla un trozo de goma a tu botella de agua, aléjate unos 60 metros del sendero y de cualquier fuente de agua, cava un agujero de 15 a 20 centímetros de profundidad por 15 centímetros de ancho y ¡adelante!
Mis consideraciones sobre el uso de un bidé trail terminaron ahí.
Mi imaginación rara vez me permitía llevar el asunto más lejos. Pero cuando lo hacía, mis preocupaciones se resumían en una sola palabra: contaminación.
Salpicaduras. Bacterias invisibles que se arrastran por las manos, la ropa, los zapatos, por no hablar de la botella de agua.
Y no tenía claro qué le deparaba el futuro a esa pobre botella de agua. ¿Tenía que beber de ella más tarde? ¿Guardar el bidé, conectar un Sawyer Squeeze y engullir agua prístina a través de mi filtro mientras pequeños amigos invisibles trepaban unos sobre otros en una carrera por el exterior de mi botella hacia mi boca abierta?
Hasta ahora he eludido el norovirus, y espero seguir así.
Mantener una aversión a todas las excreciones del norte y del sur beneficia a muchos excursionistas, retrasando el aparentemente inevitable primer ataque de enfermedad. Hasta ahora he eludido el norovirus, y espero seguir así. Yo enfermo = bebé llorón. Multiplícalo por diez si tengo un virus estomacal.
Si alguna vez me encuentro con un virus estomacal en el bosque, no iré de excursión, no me mostraré alegre y valiente. Suplicaré lastimosamente a los sorprendidos transeúntes que se compadezcan de mí cuando lo necesite. Y ellos seguirán caminando, quizá más deprisa. Le pediré a mi hermana Walkie que me traiga un refresco de jengibre de la máquina expendedora más cercana. Le pediré que ponga su mano fría sobre mi frente funky, y ella se abstendrá y me mirará desde lejos con amor y asco.
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